LA VANGUARDIA - 03/10/2004
El caso de Jokin, el muchacho de 14 años de Hondarribia (Guipúzcoa) que el pasado 21 de septiembre se suicidó tras sufrir humillaciones de sus compañeros de aula, representa una trágica advertencia sobre la creciente violencia que se registra en nuestras escuelas.
La crueldad de los niños es algo que socialmente parece asumido por el imaginario colectivo. Las mofas entre los chavales siempre han existido. La cuestión, claro está, es saber dar con el momento en que estas conductas, por lo general liquidadas como un mal menor, pasan de castaño oscuro para convertirse en un problema mayor para los niños y, por extensión, para la sociedad.
La violencia entre adolescentes es un fenómeno complejo en el que no sólo interviene el medio social, sino, también, trastornos de personalidad patológicos que, como advierten los expertos, pueden traducirse en una baja autoestima y en el peligro de que los sentimientos de inseguridad los proyecten sobre otros, especialmente los que consideran más débiles.
El diagnóstico no es fácil, pero el remedio lo es menos. Los padres, que por lo general comparten poco tiempo con los hijos, han perdido autoridad, suelen evitar el conflicto con los hijos y, en definitiva, delegan la responsabilidad en la escuela. La figura del profesor, de esta manera, está sometida a una mayor presión, aunque en el fondo sabe que, en caso de conflicto, será desautorizado por los padres. El problema, sin embargo, no es una cuestión únicamente de autoridad. Del caso de Jokin tenemos que aprender todos, padres, profesores y Administración, pero por eso lo más fácil es lo que no hay que hacer: escurrir el bulto y pasarse la pelota.
El caso de Jokin, el muchacho de 14 años de Hondarribia (Guipúzcoa) que el pasado 21 de septiembre se suicidó tras sufrir humillaciones de sus compañeros de aula, representa una trágica advertencia sobre la creciente violencia que se registra en nuestras escuelas.
La crueldad de los niños es algo que socialmente parece asumido por el imaginario colectivo. Las mofas entre los chavales siempre han existido. La cuestión, claro está, es saber dar con el momento en que estas conductas, por lo general liquidadas como un mal menor, pasan de castaño oscuro para convertirse en un problema mayor para los niños y, por extensión, para la sociedad.
La violencia entre adolescentes es un fenómeno complejo en el que no sólo interviene el medio social, sino, también, trastornos de personalidad patológicos que, como advierten los expertos, pueden traducirse en una baja autoestima y en el peligro de que los sentimientos de inseguridad los proyecten sobre otros, especialmente los que consideran más débiles.
El diagnóstico no es fácil, pero el remedio lo es menos. Los padres, que por lo general comparten poco tiempo con los hijos, han perdido autoridad, suelen evitar el conflicto con los hijos y, en definitiva, delegan la responsabilidad en la escuela. La figura del profesor, de esta manera, está sometida a una mayor presión, aunque en el fondo sabe que, en caso de conflicto, será desautorizado por los padres. El problema, sin embargo, no es una cuestión únicamente de autoridad. Del caso de Jokin tenemos que aprender todos, padres, profesores y Administración, pero por eso lo más fácil es lo que no hay que hacer: escurrir el bulto y pasarse la pelota.
1 comentario:
El peor de los problemas es que no se le da importancia, simplemente como muxo expulsan o castigan a los alumnos y ya esta, no se les lleva a un psicologo, puede que parezca una postura muy radical, pero creo que se debería tomar esa postura, ya que de lo contrario se nota que el sistema de castigos es un fracaso, porque como mucho se puede conseguir que no armen jaleo en los centros de enseñanza, pero el sabado por la noche se vuelve a montar, y todo es porque no se le hecha el sufuciente interés al tema, y eso tambien es educación.
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